Alawiya Sobh escandaliza al fundamentalismo religioso en el mundo árabe

Alawiya Sobh

Su última novela «Amar la vida» significa involucrarse, recuperarse de las enfermedades y resplandecer

Entrevistada por Katia al-Tawil

La novelista libanesa Alawiya Sobh es paciente a la hora de publicar, entrelaza sus textos con el hilo de la consistencia y la coherencia.  Sobh aborda con audacia en su mundo narrativo los problemas de la mujer, su cuerpo y pensamiento a la luz de las sociedades árabes machistas. Hoy vuelve a sus lectores once años después con una novela en la que opta por el arte, el amor y la belleza como armas para hacer frente y escandalizar a los fundamentalismos religiosos que azotan nuestras sociedades árabes. Entre la violencia ejecutada por los militantes de ISIS y los de Hezbolá, su narrativa sólida cargada de símbolos y signos trasciende las censuras y fronteras y penetra profundamente en la mancha de violencia que aflige y enferma al ser árabe.
Su reciente novela se basa en una contradicción entre el arte, el amor y la vida, por un lado, y la enfermedad, la violencia y el fundamentalismo, por otro, de manera que el cuerpo es el escenario de la lucha, ya sea el cuerpo humano o el de las sociedades árabes. Solo aquello que tiende a amar la vida, el arte y la libertad se salva.

Sobh elige representar la enfermedad de los países árabes que padecen la violencia de los fundamentalistas a través de su protagonista “Basma”, que sufre un trastorno neurológico. Su estado empeora cada vez que ve noticias de violaciones, torturas y asesinatos ejecutados por organizaciones opresivas e injustas. La autora responde en boca de su protagonista en un lugar de la narración: «¿Me enfermé yo, o mi país me enfermó?».
Las organizaciones terroristas ya sean suníes o chiíes, han aniquilado al ciudadano árabe y lo han despojado de su pasión por la libertad, la cultura y la belleza. Hoy en día vive enfermo y preso de la inseguridad y la falta de paz. El ciudadano árabe, que ha conocido siglos de creatividad, arte y cultura, en la actualidad vacila entre quedarse sin rostro ni identidad o partir hacia lo desconocido. «A veces me pierdo. No sé el día en el que nací ni sé mi edad. Tampoco sé dónde estoy, ¿acaso me encuentro en una habitación destruida y ensangrentada en Siria, Iraq, Libia o Yemen, o estoy en un país en el que solo me queda dicha habitación?», así describe la protagonista de la novela su pérdida y enfermedad.
En este sentido, «Amar la vida» es un grito narrativo de ira y rabia contra el fundamentalismo religioso enloquecido, una novela que busca sanar la identidad del ser árabe de la sangre, la violencia y la oscuridad que padece en los últimos años.
En la calle Hamra de Beirut tuvimos esta entrevista con la escritora Alawiya Sobh para hablar de su novela, sus inquietudes y las cuestiones fundamentales con las que ha cargado a sus personajes.

Pregunta. ¿Cuánto tiempo te llevó escribir esta novela y cuáles son las principales dificultades que tuviste al escribirla?

Escribir la novela me ha llevado casi diez años, la comencé mientras escribía otra. Luego, sufrí una enfermedad nerviosa y era incapaz de escribir nada debido a que mi cuerpo padecía todo tipo de convulsiones y dolores. Los primeros cinco años de escritura fueron muy difíciles, pues perdí la concentración. Al cabo del tiempo, descubrí que tenía más de treinta cuadernos llenos de palabras y frases incoherentes. Estaba volcada en escribir todos los días, estaba decidida, pero no pude producir un texto coherente. Durante este periodo, la novela se formó en mi cabeza, y la imaginación comenzó a encenderse con una fuerza sorprendente, luego escribí lo que escribí.

En su artículo, Abdo Wazen se niega a describir la novela como una autobiografía; ¿estás de acuerdo con él, y en qué medida tu protagonista, Basma, se parece a ti?

Abdo Wazen tiene razón. No se trata de una autobiografía; todo lo que está más allá de la enfermedad y el sufrimiento de Basma es pura imaginación. Basma es bailarina porque quería saber qué habría pasado de ser yo bailarina y me enfermara. En realidad, Basma sufre el mismo problema de salud que yo tengo, y todo lo relacionado con la enfermedad, el dolor y su lucha contra ellos durante las guerras libanesas y árabes es el resultado de mi propia experiencia. Las terribles y devastadoras guerras que han tenido lugar en el mundo árabe me han sacudido de tal manera que podía sentir la similitud entre mi cuerpo abatido y las ciudades que se derrumbaban a mi alrededor.

El cuerpo enfermo en tu novela se convierte en un campo de batalla entre el amor a la vida y el fundamentalismo religioso destructivo, que hoy representa el mundo árabe enfermo y agotado. ¿Pretendías comparar la traición del cuerpo con la de los partidos, religiones, países y sociedades? ¿Querías que el dolor del cuerpo coincidiera con el dolor que estamos experimentando en los países árabes?

En esta novela intenté expresar la ira que siento hacia los militantes de ISIS y de Hezbolá por igual, ya que estos partidos sectarios y racistas son los que nos llevaron a la ruina en la que estamos hoy. Las matanzas y huidas sufridas por parte de musulmanes moderados, cristianos y yazidíes recaen sobre los hombros de estos fundamentalistas tanto suníes como chiíes. La violación de las mujeres, de sus cuerpos y vidas, y las fetuas que emiten todos los días solo provocan ira y rabia. Me crispan los hombres y las mujeres que están de acuerdo con esta ideología fundamentalista que nos ha llevado a donde estamos hoy.
El dolor del cuerpo es el espejo que refleja el dolor de los sistemas de esta sociedad enferma. En la novela hay una crítica directa a nuestra realidad, una crítica tejida en el lienzo narrativo de los hechos, una crítica de todos los partidos, desde el Baaz sirio hasta el de Iraq, sin olvidar los partidos comunistas y fundamentalistas entre otros. También hay críticas a regímenes autoritarios y otros religiosos radicales, críticas a los tribunales de la sharia chií y a los muftíes que emiten fetuas para encadenar al ciudadano árabe y a las mujeres en particular.
El cuerpo enfermo en la novela es el resultado de todas las atrocidades cometidas por los regímenes autoritarios y los partidos cuyos líderes solo querían traficar con nuestras vidas. No he dejado de tratar ninguno de los aspectos que han provocado la destrucción del ser árabe física, emocional y mentalmente.  Todos estamos enfermos, ya seamos tiranos o sumisos, asesinos o asesinados. Vivimos en una sociedad enferma que sufre trastornos y defectos terribles y no podemos aislar la vida de los valores políticos, religiosos, sociales y patriarcales que nos rodean.
Esta novela no es un grito ideológico, sino un grito en el sentido de crear un mundo narrativo furioso. Por supuesto, mi país me ha puesto enferma y lo digo sin miedo. ¿Cómo no enfermarme al ver que las sociedades se derrumban a mi alrededor en los países que han vivido guerras como Líbano, Siria, Iraq, Yemen o Libia? Las matanzas y violaciones perpetradas contra los cristianos, musulmanes y yazidíes son una locura sin precedente en la historia. Sin duda alguna, lo que causa dolor en Siria, Iraq, Líbano o cualquier otro país árabe, hace que yo enferme.

Normalmente tus palabras transmiten los problemas y las inquietudes de la mujer árabe, no obstante, hemos visto en esta novela que tus personajes van cargados de expectaciones políticas, partidistas y religiosas entre otras cosas. ¿A qué se debe esta novedad en la novela?

En todas mis novelas hay una obsesión valiente por expresar los tabúes de la religión, la política y el cuerpo. Creo que no hay creatividad sin libertad, y escribir es un acto de libertad. De la misma manera que una novela debe tener visión y empeño, debe cargarse también de inquietudes y preocupaciones humanas. Desafortunadamente, la mayoría de las novelas que leo son más bien reportajes.

En esta novela he expresado todo lo que me duele. Intenté no agobiar a mis personajes con mucha carga, sobre todo porque la voz política en la novela enhebra el lienzo de la narración y no se trata de un discurso moral o una retórica. Puede que la obsesión política parezca en esta novela más fuerte que en otras, porque en cierto modo refleja la experiencia sociopolítica del ser árabe, además de ser una crítica a las leyes, sistemas y creencias populares que le afectan en la vida. De ahí que todos los personajes de esta novela estén dañados o incompletos.
Mis novelas están prohibidas en la mayoría de los países árabes, de hecho, no puedo escribir con censura, ni siquiera autocensura. Mi ira en la novela es contra todos los sistemas, especialmente aquellos que obstaculizan la libertad de las mujeres y contribuyen a su esclavitud, restricción o a hacer la vista gorda ante la violencia y tiranía que se practican contra ellas.

A lo largo de la narración, el lector observa que te has detenido mucho en la violencia terrorífica que tiene lugar en los países árabes. Hay crueldad y sangre, incluso comparas al ser árabe con un preso cuando dices: «Sentí en ese momento que todos estábamos confinados en una prisión gigante de puertas difíciles de abrir, ya que uno de los carceleros había arrojado la llave al fondo del mar. Y aquí estamos encarcelados, a punto de morir». ¿Por qué tanta violencia narrativa?

Por supuesto, hay crueldad en la novela, pero su intensidad se atenúa con la ironía y el lenguaje poético que he empleado para reducir la dureza del texto, y esto es exactamente lo que hice en mis novelas anteriores, como «Las historias de Mariam» o «Dunya». Mi enfermedad, además de la madurez de mi experiencia ficticia, me hizo domar la rigidez y agudeza del texto. La poesía ha tenido esa función en la novela, no al revés, y eso es convincente. Paul Auster dice «La novela es imaginación y persuasión».
La imaginación es convincente en el marco de personajes que permiten este lenguaje poético. Siempre tomo en cuenta la cultura del personaje y me aseguro de que tenga una justificación técnica que hable en nombre de su condición y cultura.
La violencia y la enfermedad están presentes porque siento que nuestra sociedad está enferma y, en este sentido, la mayoría de los personajes encarnan la presencia de la muerte, la presencia del vacío. Puedo decir que el cuerpo en esta novela ha sido golpeado y ha adoptado una dimensión diferente a la de mis otras novelas en cuanto al hecho de que las historias de nuestros cuerpos se asemejan a las de nuestras ciudades. El cuerpo y el país tienen cierto parecido, y estas ideas básicas que la novela presenta son narrativamente idénticas y no trascienden el acto de la narración. El enfado y el dolor que estaba sintiendo a raíz de las escenas de violencia que veía me hicieron imaginar a muchos personajes, la mayoría de ellos con algún tipo de daño, y cuyos cuerpos recibían las flechas de violencia que los rodea.

Tu novela desborda arte: la protagonista es bailarina y coreógrafa, su amante es pintor y poeta, su amiga, escritora, y el hombre que le cuenta su historia es director. Incluso llegas a decir en algún lugar de la novela que «La escritura, la música y el arte en general salvan al ser humano del suicidio». ¿De verdad crees que refugiarse en el arte es la salvación?

El arte es una terapia que aumenta la profundidad, la conciencia y la armonía de una persona consigo misma. El arte es una de las principales claves para que el ser humano se descubra a sí mismo y a su entorno. En este sentido, el conocimiento y la cultura lo dotan de la capacidad de ser más bello, libre y consciente. El conocimiento cambia a los seres humanos, y cuando una persona tiene la capacidad de leer y expresarse, cambia. Es por eso que vemos a nuestros regímenes árabes como sindicalistas, temerosos del conocimiento y de las artes que enfrentan la brutalidad de la sociedad, especialmente hacia las mujeres y las personas. Nuestras sociedades temen el conocimiento y promueven todo lo trivial, lo temen porque libera al ser humano y lo ayuda a conocerse a sí mismo. Por eso nuestras sociedades promueven la ceguera humana, porque al relacionarnos estrechamente con el conocimiento, resistimos la tiranía y la injusticia, y solo aceptamos la justicia.
Ninguna sociedad tiene más miedo al conocimiento que nuestra tenebrosa sociedad, especialmente con las mujeres. En mi novela he recorrido las confesiones religiosas y los sistemas políticos, además de las experiencias de lucha que fracasaron y nos llevaron a la ruina. Sin embargo, existe una pasión por la vida y el arte. Hay una similitud entre mi protagonista y yo en el amor por la vida, la voluntad, la determinación y la dureza para vencer la enfermedad. La pasión del personaje por vivir y su insistencia en luchar contra la enfermedad y recuperar su cuerpo son cosas mías, son mi determinación y el amor que siento por la vida, son las que nos salvaron a ambas.

En la novela, Amina dice: «No me hagas una mujer hermosa, culta y fuerte como tú. Temo que el hombre huya». ¿Por qué vemos en esta novela que los caracteres masculinos están incompletos mientras que los femeninos son débiles y están convencidos de su debilidad?, ¿por qué estos modelos amputados?

Amina es consciente de que los hombres árabes temen a las mujeres poderosas. Por tanto, ella no quiere arriesgar su suerte en el matrimonio, prefiere parecer débil. En nuestra sociedad las mujeres crecen con la idea de que la violencia de los hombres es protección, fuerza y símbolo de masculinidad. Se ve a sí misma tal y como el hombre la dibuja. Ella es la que más promueve esos conceptos sociales y esa mentalidad patriarcal. No puedo comprender este miedo enorme que la mujer siente.
No estoy en contra de los hombres ni los retrato siempre mal en mis novelas. Estoy en contra del machismo. Youssef, por ejemplo, el amado esposo, aparece bellamente en la novela y en la vida de Basma, cuando era pintor, y antes de hacerse militante de Hezbolá, creía en la libertad de la mujer, la animó y la acogió. Pero al hacerse militante de Hezbolá, como resultado de sus muchas decepciones, tristezas y pérdidas, cambió. Youssef, no obstante, es una figura dramática por excelencia, es un pintor que se hizo militante de Hezbolá, pero como es un verdadero pintor y artista tuvo que dejarlo y volver a su arte. Cuando describo el sentimiento de Youssef como el de los insectos en la casa era un símbolo a través del cual quería decir que de una sociedad oscura, cerrada y fanática solo salen insectos y moho. Youssef siguió sintiendo que era ajeno a su elección de pertenecer a Hezbolá y sentía que el amor todavía lo habitaba, por lo que su último cuadro, aunque sin firma, fue el más hermoso que pintó. El final de Youssef es simbólico. Su afiliación a Hezbolá tenía que ser temporal y limitada, ya que este pensamiento no persiste ni dura. De ahí considero que esta obra es mi novela más fuerte en términos de connotación simbólica, imaginación y temática.

¿Por qué no sabemos nada sobre el hombre interlocutor, el tú al que se dirige Basma a lo largo de la novela? ¿Quién es este hombre desconocido, este lector escondido detrás del pronombre personal de la segunda persona “tú”?

Basma necesitaba a alguien imparcial, alguien desconocido al que contarle y verter en él su historia. Su atracción hacia esta persona es porque él es director y dramaturgo, trata a las personas con arte, y ella necesitaba hablar, curarse.  Relatar su historia era necesario para que ella sanara y recuperara el cuerpo y la memoria.
En este sentido yo quería que este interlocutor estuviese presente y ausente, que fuese a la vez lector y oyente de la historia de Basma, que fuese una esperanza nueva, un horizonte abierto, sin interferir en el desarrollo de los acontecimientos. Expresar las cosas debe liberarnos y acercarnos a nosotros mismos, más poderosos y transparentes. No pretendía que mi novela fuese un grito personal, quería poner el dedo en la llaga del ciudadano árabe, de la mujer árabe en particular. Deseaba desnudar los regímenes autoritarios, escandalizar a los yihadistas, ya sean suníes o chiíes, y todo lo relacionado con los sistemas políticos autoritarios y religiosos extremistas dentro del marco de la narración. De ahí surgió el carácter del interlocutor, que fue su médico, libro y curación. Basma se convirtió en Scherezade curándose al contar su historia al igual que Scherezade curó a su amante Shehrayar, contándole historias. Basma no conoció a su interlocutor en la novela, ¿lo conocerá? No lo sabemos. Responder esta pregunta requiere otra novela. Como dice Basma al final de la novela: «Hay muchas posibilidades en el amor».

Todas tus novelas son un canto al amor, un anhelo e invitación al amor. Cuéntanos un poco sobre el título “Amar la vida”, ¿qué secreto subyace?

Amar la vida implica involucrarse, vivirla a tope y resplandecer; sentir el poder asombroso de la alegría; vencer la enfermedad y superar las dificultades. Amar la vida nos brinda la belleza y la sensación de existir, sentirnos vivos y embelesarnos.
Si amamos la vida no podemos ser fundamentalistas, y esto tiene un precio muy alto en nuestra sociedad. De algún modo u otro, amar la vida es pagar este precio.
Si Basma no hubiese amado la vida, no habría sido capaz de superar su enfermedad. El amor por vivir la hizo vencer, y el mío, me permitió escribir, recuperar el cuerpo y la memoria. Personalmente soy una persona llena de amor, creo en el amor y en todo lo que es bello. Sin amor la vida no tiene sentido, ya sea en el sentido de querer a una persona o en el sentido estricto de la palabra. Creo que el amor puede curar no solo las enfermedades sino a la humanidad también. En este sentido me veo identificada en términos humanos con el cristianismo que se centra en el concepto del amor.
Según mi experiencia en la vida, el que carece de amor es una persona incompleta. El amor realmente cura muchas cosas, cura el odio, el rencor, la decepción, la envidia, el enfado y todo aquello feo en la vida. El amor cambia los detalles de los amantes, cambia todo, absolutamente todo. Diré al igual que Basma, la protagonista de mi novela: «Yo amo la vida, amo el arte».

Traducción de Hala Nesly

Alawiya Sobh es una novelista y periodista libanesa nacida en Beirut en 1955. Tiene una licenciatura en literatura árabe e inglesa de la Universidad Nacional Libanesa en Beirut. Ha trabajado en periodismo desde principios de la década de 1980, escribiendo para varios periódicos y revistas. En la década de 1990 fundó Snob al-Hasnaa, la revista cultural femenina más vendida en el mundo árabe actual, y sigue siendo su redactora jefe. Tras sus novelas «El dormir de los días» (1986); «Las historias de Mariam» (2002); «Dunya» (2006) y «Amor es su nombre» (2002); Sobh publica su quinta y esperada novela «Amar la vida» en (al-Adab ediciones 2020) seleccionada en la lista corta del Premio Sheikh Zayed del Libro en la categoría de la Literatura 2021.

Revista 4, primavera 2021

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