Reseña de Joselyn Michelle Almeida
Fugitive Atlas: Poems
[Atlas fugitivo: poemas]
de Khaled Mattawa
Graywolf Press, 2020
ISBN: 1644450372, 9781644450376,
tapa blanda, 126 pp. $18.00
Un nexo entre América, Oriente Medio
y la literatura universal
La obra más reciente en inglés de Khaled Mattawa, Fugitive Atlas (Atlas fugitivo), gesta una proeza poética al entrelazar las tradiciones literarias de Estados Unidos, Oriente Medio y la literatura universal. Los lectores de Banipal conocen su talento para armonizar la polifonía de estas tradiciones como poeta, traductor, e investigador—ya sea en poemarios como Amorisco (2008), Tocqueville (2019), por el cual Mattawa fue premiado con el Arab American Book Award (2011), y Mare Nostrum (2019); sus traducciones de Adonis, Saadi Youssef, Fadhil al-Azzawi y otros poetas árabes destacados; y varias antologías de poesía y narrativa araboamericanas. La obra prolífica de Mattawa en el campo de la literatura árabe en inglés, reconocida por premios como la beca MacArthur Fellowship (2014), lo convierte en uno de los líderes del renacimiento que se ha efectuado en la literatura araboamericana y uno de los poetas americanos más importantes de la actualidad.
Son múltiples los caminos poéticos que Mattawa emprende a lo largo de las cinco secciones de Atlas fugitivo para interconectar las vidas individuales y colectivas en Occidente y Oriente, y plasmar un mapa melancólico de la experiencia planetaria de la humanidad al comienzo del siglo XXI. A través de la experimentación innovadora con varias estructuras poéticas, Mattawa construye una sensibilidad que habita imaginarios transnacionales y translocales, enfrentándose a los temas de la pérdida, la guerra, la migración, el anhelo por el hogar, la restitución y la justicia. Una de las preocupaciones centrales de Atlas fugitivo es la figura del refugiado como víctima y superviviente del conflicto y la migración, la cual tiene una dimensión personal para el poeta. La familia de Mattawa huyó de Libia en 1923 después de que Italia invadiera Misrata, la ciudad donde vivían; al caer la ciudad, realizaron el arduo viaje por tierra de 1,600 kilómetros hacia Egipto como puerto seguro antes de que la familia se asentara en Michigan.
Mediante estructuras poéticas religiosas como el salmo y el himno, y otras más clásicas como la oda, la casida y el ‘alam, una forma acróstica beduina, la voz poética de Mattawa se sitúa en la encrucijada del mito y las historias personales, nacionales, y mundiales que trata. Su maestría se extiende a otras formas poéticas de Asia, como el haibún japones, una meditación en prosa que concluye con un renga. El investigador Philip Metres la vincula con Bashō, mas la meditación en prosa que culmina en un poema también tiene su contraparte occidental en La Vita Nuova de Dante. Al igual que Coleridge y Borges, Mattawa utiliza elementos bibliográficos como el índice para sugerir una poesía que transciende más allá del libro. La pluralidad de formas poéticas en Atlas fugitivo corresponde a las fuentes variadas que lo nutren. Como indican las notas, estas comprenden desde El libro de los muertos (circa 1550 BCE), hasta los sonetos de Shakespeare, el «Ozymandias» de Percy Shelley, El canto a mismo de Walt Whitman, La tierra baldía de T.S. Eliot, «Hablo de la ciudad» de Octavio Paz, además de autores árabes como Amal Dunqul y Abu Bakr Kahal.
Esta riqueza intertextual de alusiones nombradas e implícitas subyace una obra que se enfrenta al problema existencial de la humanidad desde la creación según las religiones abrahámicas y otras creencias mundiales en poemas como «A Dream of Adam» [Un sueño de Adán] y «An Idea for a Short Film» [Idea para un cortometraje]. La mirada histórica de Mattawa, sin embargo, no ofrece ningún consuelo en esta meditación elegiaca inamovible sobre el destino compartido y trágico de la humanidad, que hoy en día se encuentra desvinculada de las esperanzas del pasado y de la idea tradicional de lo divino. Para Mattawa el hombre —aquí como representante de la humanidad— se convierte en «la última alternativa de Dios» después de crear la naturaleza, y sin embargo, una elección que la divinidad se ve obligada a hacer para existir. En «Shikwah», el poeta utiliza el apóstrofe para provocar y preguntar a la divinidad [Cómo / te irá, solo de nuevo en la inmensidad vacía] (9). ¿Acaso existe lo sublime sin que lo perciba un ser humano? Al igual que en el «Mont Blanc» de Percy Shelley, la pregunta no recibe respuesta.
La incertidumbre de la pregunta sin respuesta es una de las gracias salvadoras en el universo de Mattawa, puesto que la contestación que ofrece la historia de la humanidad encierra conflicto, extinción, y desamparo, «A history enfolding words nourished on blood» [Una historia que se nutre de palabras ensangrentadas], como declara el poeta en «Anthropocene Hymns» [Himnos para el Antropoceno] (13). La dura verdad de la corrupción y el poder desarma cualquier objeción, y la voz indignada del poeta exige «Don’t tell me we are not who we are» [No me digas que no somos así], en un verso evocador de Las flores del mal de Baudelaire, «Hypocrite lecteur / mon semblable, mon frère.» El reto de la humanidad es «How to stop thinking of bodies / as worth extinction, worth eating or enslaving — / brought to whip or firing squad» [Cómo no concebir los cuerpos / en función de la muerte, el apetito, la esclavitud— / destinados al látigo o pelotón de fusilamiento] (Mattawa 13).
A lo largo de Atlas fugitivo, el poeta sugiere un continuo de sistemas de violencia que encierran tanto a la naturaleza como a la humanidad. Estos sistemas están implicados en todos los aspectos de la vida, como revela «Plume» [Pluma] y «Our Neighbors: Poisoned City» [Nuestros vecinos: la ciudad envenenada], los haibún acerca de la crisis del agua envenenada de plomo en Detroit y Flint, Michigan, o en poemas como «Occupation: an Index» [La ocupación: un índice]. Aunque el poema alude al conflicto israeli-palestino, también recoge la experiencia de aquellos que han vivido la colonización externa. Las voces narrativas del poema se alternan entre colonizador, colonizado y un observador anónimo de la historia; los poemas retan al lector a considerar la diferencia entre quién es testigo y quién observador. Lo transnacional se vive como translocal en el haibún «Our Cities» [Nuestras ciudades], donde las ciudades de Oriente Medio «All have their counterpart here in America» [Todas tienen un equivalente aquí en América.] (118).
El paisaje de la guerra domina la segunda mitad del libro, que incluye la sección IV, de donde proviene el título del libro. Los poemas se alternan entre la realidad del regreso de Mattawa a Libia después de la muerte del dictador Muammar al-Gaddafi, y el sufrimiento acompañado del valor extraordinario de aquellas personas que intentan escapar del conflicto desgarrador a orillas del Mediterráneo. El poeta refleja dos experiencias contrastantes del regreso en «After 42 Years» [Después de 42 años], en verso libre, y el ‘alam acróstico «42 Years Revisited» [Repaso de 42 años]. La imposibilidad de volver a la época antes del régimen y de recuperar las vidas y el tiempo perdido requiere una redención distinta, «There is no after until we pray for all the dead» [No habrá un después hasta que recemos por todos los muertos] (Mattawa 52). Paradójicamente, la estructura contenida del ‘alam indica «more slaughter» [más matanza] y la repetición del ciclo de la violencia (55). La tensión entre la forma y el contenido de este ‘alam destaca la profundidad de la herida en la psique individual y la colectiva de la nación a raíz de la guerra civil.
El contexto del conflicto y sus secuelas añade al salmo una dimensión casi talismánica en poemas como «Psalm for the Medics» [Salmo para los médicos] «Psalm on the Road to Agadez» [Salmo del camino de Agadez], «Psalm for Crossing Nimroz» [Salmo del cruce de Nimroz], «Constance Psalm» [Salmo de la constancia], en los cuales la palabra se convierte en señal de vida frente al terror y al peligro extremo. El poema compuesto «With Lines Taken from Walt Whitman» [Con versos de Walt Whitman] supedita la exuberancia de Whitman a la realidad abatidora de los migrantes que cruzan el Mediterráneo a Europa desde África, amplificando la urgencia de su situación y revelando la deshumanización que los asedia en manos de traficantes, controles fronterizos y hasta ONGs.
A pesar de las tierras baldías de la historia que el lector atraviesa con el poeta en Atlas fugitivo, el poemario contiene destellos que apuntan hacia otros futuros tal vez más esperanzadores. La invocación de la madre al comienzo del libro y de la hija del poeta al final sugieren la existencia de otro mundo desapercibido que contiene algo de la maravilla y la posibilidad del amor. En una de las variantes del mito de Atlas, el titán le enseña a la humanidad la forma esférica de la tierra y las constelaciones. Del mismo modo, el Atlas fugitivo de Mattawa nos muestra la forma de lo que somos como un desafío urgente para que hagamos del mundo un lugar más ético y habitable.
UNA HISTORIA
Le dije al niño «Una vez había
un pájaro», y respondió «¿qué es
un pájaro?». Le dije al niño
«había un árbol», y preguntó
«¿qué es un árbol?». La madre
ocupaba una esquina de la celda
y abrazaba sus rodillas, pero el niño
atento miraba, su rostro y manos
nítidas, su cabello corto.
Aquel día, el carcelero me buscó
en la celda, me llevó hasta ellos
y dijo, «Hazle un cuento a este niño».
Me golpeaba en cada ocasión
que yo decía mi nombre. «Aquí eres
nada más que un número», solía decir
abofeteándome con un cable elástico.
Entonces algo despertó su bondad.
Me trajo una manzana, algunas uvas
de vez en cuando, hasta un alicate
de uñas. Aquella noche, atravesamos
los pasillos en silencio—
él no quería que su jefe lo supiera—
y abrió la celda donde estaban ellos.
En tanto canté al niño unas canciones.
Me miró detenidamente, sin decir
una palabra; su joven madre
apartó la mirada, comenzó a temblar.
Golpeé los barrotes del calabozo
para que el guardia viniera. «No puedo
respirar aquí», le dije entre dientes.
Ella era universitaria cuando ellos
la encarcelaron para castigar a su padre,
un disidente que huyó del país.
Ellos la violaron y ella tuvo al niño
en esa misma celda. Él no conocía
el sol, los juegos de balón, o la paz
a la sombra de un árbol. De regreso,
dije al guardia, «Nada puedo decir al niño.
Nunca vuelvas a llevarme allí.»
«Pero eres un intelectual», respondió.
«Es tu deber. Tienes que esforzarte».
No tuve claro si descubría otra manera
de atormentarme, o si de veras quiso
ayudar al niño. Después de aquella noche,
jamás volví a ver a ninguno de ellos.
LA CANCIÓN DE LA CONSTANCIA
Olas, control fronterizo y dunas—
los caminos que andamos.
Cada día, un vaso roto de plástico.
La gente olvida cómo morir
y la pérdida se une a su lamento,
a una niebla con el peso de alas.
«Muy lejos, en alguna parte,
tengo una hermana o un hermano
en este mundo», entona mi Bendición.
LOS BLUES DE AGADEZ
Sin lugar, sin dinero para un lecho.
Je dors dans la rue, pagué solo el camino—
ni Dios puede verme aquí.
La policía se lleva tu dinero
quand tu n’as pas d’argent—
ni Dios puede oírme aquí.
Ils te palpent tout le corps
pour vérifier, palpan todo tu cuerpo—
ni Dios puede salvarme aquí.
Pago 1300 euros para ir a Libia
mais le chauffeur, il est parti—
aquí ni Dios puede ayudarme.
Je n’ai plus rien pour manger.
Je n’ai plus rien pour dormir.
Aquí no me encontrará ni Dios.
CON VERSOS DE WALT WHITMAN
El subastador en fatigas militares
te aparta para cerrar el negocio.
Él tiene una docena colocados:
sobre los billetes, pagos, amenazas
y el quintillón de beneficiarios,
el ciclo incansable de nacimientos,
pobreza y abuso
girando verdadera y constantemente,
él no sabe nada, o finge no saber.
O cómo fue que llegaron a sus manos,
y adónde van—
solo su pequeño papel en la trata.
Sobre los tendones y nervios ágiles
frente a los destellos cegadores del reflector—
¿cómo nadarán en el pozo de los jornaleros?
¿En qué zona de construcción o fábrica de ropa?
Sin tiempo para desnudarlos, escamas de pecho,
espinas flexibles, brazos y piernas bien formadas
dónde expuestas al electrochoque, a los tajos,
o marcadas con látigos: para que puedan verse—
nada, o finge no saber.
Pero atestiguas, ves como los ojos vivos
se opacan, los rostros se vacían de presteza.
«Hermanos, no tenemos tiempo», dice él.
No le vengas con cuentos sobre almas infinitas
en salones y auditorios a lo largo y ancho
de principados cresos y estados Fróntex.
FUEGO EN EL MAR: CANTO FÚNEBRE
«Fuego en el mar» es el nombre de una tragedia de migrantes que sucedió el 3 de octubre de 2013, a orillas de la isla italiana de Lampedusa. Un barco con migrantes había zarpado desde Misrata, Libia, y comenzó a hundirse a media legua de la isla. Los pasajeros encendieron antorchas para pedir ayuda, mas el barco se incendió y el fuego destruyó la embarcación. De más de 500 pasajeros, solo 155 fueron rescatados. El siguiente canto se refiere a otra tragedia migratoria en 2015, durante la cual un pasajero en un bote a la deriva pidió ayuda. El guardacostas italiano que no podía ubicarlo le hizo la pregunta repetidas veces, una que ahora abarca todas las facetas de lo que ha llegado a denominarse la crisis de refugiados.
¿Cuál es su situación?
¿Cuál es su situación ahora?
Su situación, por favor.
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