Elogio del error de Imad Abu, reseña de Lucía De Bastos

Reseña de Ana Lucía De Bastos sobre
Elogio del error de Imad Abu Saleh

Hasta se ansía un error. Puede que al equivocarse
los actores rocen la verdad.
«As if» de Rafael Cadenas

La editorial Karwán, con sede en Catalunya, publicó en 2020 el poemario de Imad Abu Saleh titulado en castellano El elogio del error. Con este libro dieron inicio notablemente a la colección de poesía de la editorial. Fue además publicado en catalán y ambas ediciones vienen acompañadas del original en árabe. La traducción castellana es de Kamirán Haj Mahmoud y la del catalán es de Valèria Macías Pagès.

Ana Lucía De Bastos

Para los lectores hispanos, o hispanoamericanos como yo, el libro supone la revelación de una gran voz poética, madura, robusta, en donde la estética está siempre sostenida por un bastón ético, profundamente humano. Si atravesamos entre sus páginas pasajes oscuros donde se nos muestra la ruindad, la estupidez y la crueldad, lo hacemos sostenidos por la plena solidaridad de la voz poética con el error, es decir, con nuestra humanidad. El error es delineado como la posibilidad humana de singularidad, de libertad, de vida propia. El error como única constatación de nuestro libre albedrío e incluso, de nuestra inocencia. Sin el error seríamos, como escribe elocuentemente en el segundo poema del libro, apenas algo «Aséptico. Limpio. Ninguna mancha indica que haya vivido aquí, en la Tierra, entre la gente. Ciego. Con el corazón muerto. Una máquina».

Traducción de Kamirán Haj Mahmoud Editorial Karwán: Catalunya, 2020. Edición bilingüe (árabe-castellano). ISBN: 978-84-945798-6-8, 16.00€, 124 pp.

El poemario El elogio del error está compuesto por veintiséis poemas. Estos están divididos en poemas o grupos enunciados como elogios, como el del error, que da título al libro1 y poemas enunciados como críticas. La voz poética agrupa entre sus críticas términos que normalmente han estado acompañados de alabanzas y entre los elogios conceptos que solemos rechazar. De este modo, el poeta llama nuestra atención y nos invita a evitar la fácil relación entre conceptos que han devenido en consignas, vaciadas de significado. Los sustrae también de la idealización, del mundo de las ideas políticas y de la fácil retórica, en donde se los ha condecorado y momificado. Él revive pues a los conceptos al enfrentarlos con la experiencia. Una experiencia si se quiere atemporal, pero no trascendente, más bien atravesada por lo mundano, a lo que abarca y lo comprende.

Entonces «la revolución» son todas las que la humanidad ha padecido, las que han nacido y muerto ante el surgimiento del nuevo tirano para quienes sirvieron. En contraposición, la mirada de un mendigo aparece como la de todos los mendigos, mucho más verdadera y definitiva en su inmutabilidad, lo único que permanece: «el guardián de la esperanza» de los sucesivos oleajes sangrientos.

A pesar de que critica la poesía y alerta a los poetas noveles «Os convertirá en perros / jadeantes tras sus pasos. / Escribid novelas», elogia a los poetas, en una sección que es especialmente emocionante por la cercanía con la que los trata. Más que como a poetas, en sus poemas dialoga con las personas que fueron: seres vulnerables llenos de defectos, por lo tanto, merecedores de amor, no solo de admiración.

Son cinco los poetas que aparecen esta sección: Szymborska, Lorca, Yesenin, Kavafis y Zeinab, único nombre desconocido pues refiere a su madre, de quien dice «Si yo no estuviera seguro / de que ni siquiera sabe escribir su propio nombre / pensaría que ha leído a Lorca». Aún sin obra escrita, es poeta por lo que dice, por la expresividad de sus palabras y lo mucho que estas lo conmueven y atormentan, hasta clamar en un par de versos «¡Ay, si se muriera y se apiadase de mí!».

Imad Abu Saleh

Este poemario nos mantiene con los pies en la tierra con el peso de sus palabras verdaderas exactas, sobrias. Para constatar su redondez, el remate exacto con el que está tejido, el poemario comienza y termina con dos poemas que comparten el mismo título: Caín y Abel. En el primero, la voz recuerda un momento lejano en el que le pegó a su hermano y el dolor que aún siente en su mano por haberlo hecho. En el último, nos confiesa “Sueño con la vida, una liza donde se libra una lucha justa entre el error y el remordimiento, en la que no haya ni vencedores ni vencidos”.

 Pero, ¿de quién es esta voz poética que trasciende cualquier coyuntura histórica, moda o época? ¿Esta voz llena de sinceridad, fiel a la cruda realidad, pero rebosante de empatía? ¿Esta voz que no se deja seducir por proclamas ni ideologías, que se nos aparece con la firmeza y la soledad de aquellos que no pierden la razón por tenerla?

Del bardo sabemos que ha sido merecedor del premio Sargon Boulus en 2020. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés por la revista Banipal y la revista Arablit. Todos los comentaristas de su obra coinciden en que, a pesar de ser ajeno a la escena literaria de su país, incluso descrito como un “monje poeta”, es merecedor de la admiración de lectores y críticos. Elogio del error o [Kan Na’iman hena qamat al-thawra] es su octavo poemario, y en el momento de aparición en España, era el último, publicado por él mismo en su Egipto natal. Se puede leer en las solapas del libro que es oriundo de una aldea del Delta del Nilo pero que vive en el Cairo, donde trabaja como periodista. 

El año pasado, en la edición número 26 del Festival de Poesía de Barcelona, Imad Abu Saleh fue uno de los invitados principales. Su anuncio ilusionó por la posibilidad de conocer más de sus poemas y por oírlo declamar en vivo. Lamentablemente, problemas burocráticos en la embajada de España en Egipto le impidieron viajar. Un asunto prosaico, un error posiblemente nacido de la impermeabilidad de dicho organismo, es decir, un asunto opuesto a todo el espíritu del festival y de la propia poesía, manchó la gala y puso en evidencia la distancia, no solo geográfica, que nos sigue alejando de voces imprescindibles como la de Saleh. De todos modos, pudimos escuchar de la voz de su traductor poemas de varios de sus libros leídos en árabe. Su ausencia, que nos pareció casi una marca de su sobriedad, se hizo oír muy alta y fuerte.

Valga esta reseña para elogiar el acierto de traducir esta obra, la preciosa edición y su cubierta, una pintura del artista Teo Peiró hecha especialmente para este título, y elogiar de pie, sin miedo a equivocarme, al poeta que elogia al error.

 

1 El título original árabe es [Kan Na’iman hena qamat al-thawra], que se traduce como «estaba durmiendo cuando estalló la revolución».

 

 

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