La constelación de relatos presentados en este número de Revista Banipal reúne la obra de los escritores egipcios Hassan Abdel Mawgoud, Gilane El-Shamsy, Sherif Saleh, Mansoura Ez-Eldin, Montasser Al-Qaffash, May Telmissany, Safa’a El-Nagar y Tareq Imam, quienes proyectan un Egipto más allá de «las caravanas y el tiempo de la arena», la conocida metonimia del Oriente popularizada por Borges.(1) Tan proteo como el dios del mar invocado en el adjetivo, el género del relato adquiere una nueva vida con la obra de estos escritores egipcios —desde el cuento con sesgos de lo absurdo, lo irónico y lo macabro de la modernidad, practicado por grandes maestros del relato como Edgar Allan Poe, Ramón Gómez de la Serna, Ariel Dorfman o Toni Morrison— hasta el microrrelato, mediante el cual estos escritores abren nuevas brechas para el género.
Las relaciones familiares dentro del contexto social e histórico de Egipto, la tensión entre la globalización y las instituciones y estructuras tradicionales, la experiencia y lucha de la mujer, y los impactos de la militarización y la tecnología destacan entre los temas explorados. Estos relatos imaginativos y a veces inquietantes invitan a la reflexión sobre el realismo en la cotidianidad, a la vez que revelan la profundidad existencial del instante con relación a la memoria. Sherif Saleh, May Telmissany y Montasser Al-Qaffash trazan el mapa de los afectos, el aprendizaje y también del desencuentro entre las anteriores generaciones de abuelos, padres y tíos, y los protagonistas de sus relatos, quienes se enfrentan a la presencia del pasado en el presente para mejor comprender tanto a la realidad como a sí mismos.
Sherif Saleh, un periodista que antes de volver a El Cairo vivió en Kuwait durante 20 años, dramatiza este encuentro en ambientes tan diversos como el misterioso «palacio de los muertos», un castillo donde fantasmas salen al encuentro de los turistas haciéndose selfies e interpelan al protagonista; el cinematográfico Café Groppi, donde siete hombres de distintas edades esperan a la misma mujer misteriosa; o el entorno familiar, cuando «la tía japonesa», quien «circulaba por la casa como una mariposa con su ropa de colores, levantando una fragante ola aquí y allá», revoluciona la jerarquía familiar por su belleza y su origen foráneo (p. 88). May Telmissany, receptora de la Medalla de la Orden de la Academia Francesa y profesora titular de cine y estudios árabes en la Universidad de Ottawa, también aborda la cuestión de la jerarquía familiar desde el punto de vista de una hija que cuida de su padre anciano sabiendo que pronto va a morir. «Ahora no queda espacio para cambios de rol, sin duda él va a morir y yo seguiré viva, nadie puede esperar otra cosa» (p. 98). El envejecimiento del padre despierta un recorrido por la memoria de experiencias familiares, y todo lo que tristemente queda sin decir dentro del silencio entre padre e hija, «uno de nuestros lenguajes» (p. 99). El recuerdo es asimismo el vehículo que lleva a los personajes de Montasser Al-Qaffash, instructor de lengua árabe en la American University de El Cairo, a recordar episodios imborrables de la transición de la niñez a la juventud, como el advenimiento del primer beso, o los origines de una leyenda familiar en torno a un caballo blanco de ajedrez. Este sobrevive traslados, «a pesar de que [el abuelo] no se había ocupado de guardar el caballo en un lugar seguro. Lo había abandonado a merced de sus hijos y después en manos de sus nietos…. Con independencia del lugar que aparecía, mi abuelo repetía su famosa pregunta: ‘¿Cómo has llegado hasta aquí?’» (p. 118).
Lo absurdo, lo satírico y lo surreal se hacen presente en los cuentos de Gilane El-Shamsy, Mansoura Ez-Eldin, y Safa’a El-Nagar. El-Shamsy, quien trabaja como ingeniera informática, experimenta con lo absurdo para narrar el cambio que sucede a grupo de profesionales enajenados tras las pantallas del ordenador. La figura de Einstein, cuya imagen aparece insólitamente, se convierte en una consigna para todos los que encuentran su foto en el cubículo, con mensajes como «Estamos aquí porque miramos lo que hay detrás de los papeles» (p. 77). El misterio de la aparición extraña los lleva a reunirse para investigar, generando solidaridad y transformando su experiencia. «A veces nos dividíamos en grupos, cada grupo se quedaba solo una hora para que nadie se diera cuenta que faltaba un número considerable de los trabajadores de los despachos a la vez» (p. 79). A la vez, la imagen de Einstein sigue multiplicándose por la oficina hasta llegar hasta el gran jefe, con resultados inesperados.
Mansoura Ez-Eldin, una premiada escritora que ha publicado dos colecciones de cuentos y cuatro novelas, recuerda el inquietante cuento de Poe «William Wilson» mediante su relato «El castillo del sol». El protagonista de Ez-Eldin cuenta en primera persona la vida de un hombre poseído por el afán de plasmar el diseño de un castillo al que dibuja obsesivamente, tanto así que sus vecinos «Se acostumbraron a sus extrañas palabras y acciones» (91). La obsesión por plasmar el diseño hace que el hombre desaparezca y que el protagonista ocupe su lugar, también repitiendo dibujos, hasta el punto de que «todos dijeron que había perdido la cabeza« (93). Sin embargo, en un giro surrealista, los vecinos empiezan a afirmar que han visto el castillo en las afueras del pueblo. Ez-Eldin ofrece una alegoría compleja de la creación y hasta qué punto cambia tanto al artista como a su entorno.
El embrujo de la ausencia impacta en el cuento de la traductora y escritora Safa’a El-Nagar, protagonizado por una derviche devota que cuida a su nieto después de la muerte de su hija. A pesar de que el resto de sus hijos le reprochan su devoción religiosa, «¡Mamá, no es correcto poner las manos sobre el corazón mientras rezas!», (p. 106), y la admiración del sabio Sheij Husein, la hayyapersiste en su fe como una manifestación de individualidad. «Todo lo que la rodeaba contrariaba sus visiones y sus sueños|» (p. 106). La habilidad visionaria de la hayya se convierte en un vehículo narrativo para El-Nagar, quien confunde los límites entre la realidad y la fantasía cuando la hayya tiene una visión de su hija fallecida que anuncia una tragedia, como la hija fantasma en Beloved. «Comenzó a bifurcarse» hasta vislumbrar un grupo de mujeres que le extraen el corazón, y vuelve a ver a su hija y nieto, quizás por última vez (p.108).
Hassan Abel Mawgoud y Tareq Imam abren nuevas brechas para el microrrelato, acercando a los lectores tanto a la textura de la vida cotidiana como a los confines de la imaginación. Los microrrelatos imaginativos y profundamente humanos de Mawgoud, quien ha publicado dos novelas y dos colecciones de relatos, recurren a la niñez, y desde el punto de vista adulto descifran sus momentos incomprensibles, cuando no hablan de personajes históricos, como el rey Fuad, o imaginarios, como los dos prisioneros que juegan ajedrez fingido. En el cuento sobre la vecina Hanna, quien «tenía la costumbre de soñar para su familia, para sus amigos, y para nosotros, sus vecinos», muestra este juego de perspectiva. Un día, Hanna le entrega al niño dinero de parte de su padre. La resolución paradójicamente llega en una pregunta: «Cerré la puerta mientras reflexionaba sobre el proceder de mi padre. ¿Por qué nunca me entregaba en persona el dinero y prefería enviármelo con extraños?» (p. 64).
La apuesta innovadora de Tareq Imam lleva al microrrelato al terreno de la poesía, en el cual la Tierra se convierte en protagonista. La suya es una visión planetaria y a la vez urbanita de la vida terrestre, desde su meditación sobre la luna hasta el mundo que se pone patas arriba: «El mundo se puso patas arriba. Eso significaba que caminábamos sobre el cielo, mirando las calles desde arriba» (p. 127), o la ciudad, que «hace a todos compañeros en la partida, hermanos en su sangre abarrotada» (p. 132). Algunos microrrelatos de Imam recuerdan las greguerías de Ramon Gómez de la Serna por su ironía mordaz, especialmente en la sección de «Haikus de la ciudad», donde sus observaciones adquieren la mirada poética e irreverente del flâneur: «Algunos perros guardan los sueños de sus amos. Atados con cadenas, muerden a los despiertos» (p. 128). El movimiento a través de los espacios urbanos caracteriza la mirada poética de Imam, incluso en el poema dedicado al distinguido poeta egipcio Ahmad Yamani. «La palabra se movió, salió de su lugar como una pasajera a la que el conductor apea de un autobús» (130).
La mirada de los escritores reunidos en este número nos descubre un Egipto contemporáneo y dinámico, implicado en una transformación que a su vez trae nuevos interrogantes a la memoria —tanto la individual como la colectiva— para vislumbrar algo del futuro en la maravilla que desaparece casi instantáneamente por la intervención humana: en palabras de Imam, «La tierra ve el cielo como un enorme tendedero que gotea sobre ella, y cada vez que cae de él una gota de luz, una mano la barre hacia la alcantarilla». Sea a través de Einstein, los castillos que nos llaman, los recuerdos de la niñez, o la pasión devota, esa luz fulgura a través de los relatos de estos escritores.
(1) Borges a vez deriva la metonimia del «Ozymandias» de Percy Shelley.
Joselyn Michelle Almeida, PhD. es la autora del poemario Condiciones para el vuelo (Libros del Mississippi, Madrid 2019) y de varios estudios y artículos de filología anglo-hispana. Cursó estudios clásicos y filología inglesa en Tufts University, y se doctoró en filosofía y letras de Boston College. Su experiencia profesional abarca el campo de la lengua y la literatura como docente e investigadora en la Universidad de Massachusetts Amherst y otras universidades estadounidenses, y como editora y traductora. Entre otras, ha sido becaria de la Fulbright y de la National Endowment for the Arts en EEUU.