Adonis sobre el poeta omaní Zaher Al-Ghafri

Adonis, Madrid 15 Sep 2022, Foto Samuel Shimon

Adonis

La piedra y el ojo del ángel

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Sí, “La piedra llegó al ojo del ángel”, como dice el poeta Zaher Al-Ghafri. Y mientras “los días se fatigan en elevar el humo hacia lo más alto”, continúa este poeta su alto murmullo: que sea un desierto este mundo que “la luz engaña”.

Pero ¿cómo se realiza este “engaño” hoy, en el mundo de la lengua poética árabe?

Breve e indirectamente, como requiere la naturaleza de este prólogo, responderé, solo en el ámbito relacionado con la poesía, a esta pregunta.

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Hay un “silencio” casi absoluto sobre la realidad religiosa, cultural, social y política en los países árabes y en la escritura poética de las generaciones de poetas jóvenes: es una escritura que se realiza enfatizando la falta de preguntas. El lenguaje de esta escritura, de forma general, es confiado, tranquilizador y conocedor de todo: pasado, presente y futuro, como si todos los autores más o menos fueran “maestros del conocimiento”. La poesía en estas obras es palacios de placer, jardines para el vagabundeo del frívolo soñador y caminos hacia lo más alto en distancias sin fronteras.

No hay destrucción de ninguna clase en sus países en los cuales solo hay destrucción de toda clase. No hay problema para ellos ni en el lenguaje ni en el amor ni en la tierra ni en el cielo. Todos son más o menos profetas de una u otra forma.

Y si hubiera entre ellos quienes se preocuparan por esta destrucción, su preocupación podría describirse como política, ideológica o religiosa: una preocupación que se puede describir de cualquier forma menos poética. Y tiene lugar, además, en un contexto antiguo, tradicional y repetitivo.

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Zaher el Ghafri (1956-2024), Foto de Samuel Shimon

 

 

Zaher Al-Ghafri entra a este mundo haciéndose preguntas a sí mismo y a sus lectores que nadie sabe responder porque entra como poeta no como ideólogo, religioso ni político. Y tales preguntas son una primera base de toda poética creativa. Así entra irrumpiendo en esa cultura árabe predominante y que no abre más que los caminos que “la luz engaña”.

Entra como lo hicieron los artistas del Modernismo –cubistas, abstractos, dadaístas- en las cosas y en los pensamientos, como hicieron los antepasados árabes creativos en el misticismo, la filosofía, la poesía y la ciencia. Entra en lo que agita el contexto literario tradicional, el contexto de la palabra y la frase. Despedaza este contexto, lo rompe y siembra en él las contradicciones, los cuestionamientos y las disensiones. Disuelve las cosas y los pensamientos en otro tejido literario en el que las palabras se despojan de sus funciones y sus relaciones habituales y se les asignan otras funciones y otras relaciones, apoyándose en todo eso la creación de la realidad y las cosas, basándose en un entendimiento nuevo del mundo y en una nueva lectura y un nuevo gusto estético para  la poesía y el mundo.

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En realidad, el árbol no existe, por ejemplo, excepto en su única forma visible. Poéticamente, (y artísticamente de forma general) el árbol tiene una existencia plural en diversas e infinitas formas, ya que cada poeta tiene su propio árbol, y eso significa que la poesía es otra realidad dentro de la realidad, y solo tiene identidad en la medida en que crea esa realidad diferente y especial dentro de la realidad colectiva.

Desde esta perspectiva, podemos llamar a la etapa actual de la escritura poética árabe la etapa del establecimiento de las diferencias, especialmente porque ya no es suficiente en el plano crítico distinguir entre lo “antiguo” y lo “moderno”,  más bien tenemos que distinguir entre los lenguajes poéticos y sus diversas creaciones entre los poetas: qué es el “mundo” propio del poeta y cuál es el “horizonte” estético y cognitivo que abre.

Esa es la primera cuestión en la crítica poética actual.

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Quizás más de un lector se pregunte: ¿y qué significa todo esto?

La poética de esta experiencia le responderá: el significado no se basa en la propia materia, quiero decir en el objeto y en la realidad, sino en la estructura lingüístico-estética que otorga el poeta a la materia, es decir, al objeto o a la realidad.

La culminación de este significado es la penetración: la sorpresa del encuentro-relación entre las cosas que no se encuentran lógicamente. El objeto y la poesía se liberan de todas las coerciones que se congelan donde están.

Esa es la clave de la renovación y su primera base: la liberación creativa de todas las limitaciones y coerciones.

Así, en lugar de mantener las cosas cautivas de la interpretación, la representación y la narración, se reconstruyen, como si se crearan de nuevo.

El poeta ya no se conforma con iluminar la apariencia de algo, su entorno y lo que le rodea, mientras el objeto permanece oculto en sí mismo, como si estuviera fuera de la luz, en la oscuridad.

La creatividad no es una cuestión de interpretación, representación y reproducción: la creatividad es otra creación.

París, finales de marzo de 2021

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