AHOR VEN, SILENCIO poemas de la poeta palestina Dalia Taha

Traducción de María Luisa Prieto

Dalia Taha ©Samuel Shimon

AHORA VEN, SILENCIO

No te encontraremos en la lista de los idiomas más hablados pero te habla la mayor parte de la humanidad: los que saltaron de los tejados, mujeres en clínicas mentales, pueblos enteros evacuados de sus continentes y metidos en bodegas de barcos, adolescentes en centros penitenciarios, pasajeros taciturnos en un autobús que salió de Iraq al-Manshiya(1) hacia lo desconocido. Eres todo lo que tenemos para hablar con las colinas, por ejemplo, o con las nubes pasajeras. Sin ti las obras de teatro son malas. Sin ti no estaremos mucho tiempo parados ante los cuadros, esperando que nos abran sus puertas, que crucen hacia nosotros desde nuestras heridas. Sin ti nunca habríamos sabido que es posible hablar solos. Estás en las fotografías de nuestros amigos, contigo finalmente aparecen como son: extraños. Eres lo último que queda de la manifestación, cierras la escena para siempre, dejándonos sin aliento, escondido en los árboles. Eres lo que oiremos si realmente escuchamos bien la historia. Y eres lo que encontraremos en el corazón de las ciudades abarrotadas, en los rostros enterrados en sus teléfonos, en sus miradas reacias hacia los demás. Oh, silencio, nosotros no construimos tumbas, estas son tus lenguas de piedra, asomándose desde el tragaluz de la nada, susurrando el año del nacimiento y de la muerte, como si fueran tu canción favorita.

AHORA VEN, ESCRITURA

Gracias a los libros, a las revistas, a los artículos,
a los poemas, incluso a la columna de consejos y a la sección de noticias de arte,
gracias a los libros de filosofía,
también a los diccionarios, enormes y silenciosos,
como disculpándose por lo que intentan hacer.
Gracias a las palabras, las ponemos una junto a otra y se convierten en declaración de amor,
amenaza de guerra y lo que hay entre medias: poemas.
Gracias a los folletos y a las circulares que la gente intercambió en secreto
y sacudieron reinos. A los periódicos que se imprimieron silenciosamente en habitaciones oscuras, antes de que estallaran el mundo.
A los comunicados escritos en salas abarrotadas y pegajosas, a las cartas clandestinas de las cárceles, a lo que se escribió de noche con débil luz en los márgenes de los libros.
Gracias a los primeros escritos de los niños, rotos y sinuosos cual rompecabezas.
Gracias a las inscripciones en las piedras, mensajes de otro mundo,
a las memorias de los condenados a muerte,
a lo que escribieron los adolescentes en las casas abandonadas,
a las instancias que llevaban las firmas de los trabajadores, con las que quitaron el marco de la puerta del Parlamento para entrar.
Gracias por los grafitis en las paredes de las ciudades que devoran a sus residentes:
más brillantes que las vallas publicitarias comerciales.

AHORA VENID, LÁGRIMAS

En la feria del libro hay un libro que lleva tu nombre: “Historia de las lágrimas”. Se acurruca cual lágrima entre los libros de políticos y sociólogos, y la historia de batallas y guerras. Pero en algún lugar hay una biblioteca completa para ti, con estantes que casi se caen por el peso de sus hojas. Por cada libro sobre una batalla, hay otro libro inexistente sobre sus lágrimas. Quiero pasear por esta feria del libro. Es cierto que no podré sostener ningún libro en la mano. Es cierto que no puedo pasar las páginas, ni siquiera leer los títulos de los libros y los nombres de sus autores: ellos también desaparecieron de la historia, como sus lágrimas.
Sabemos lo que sucede, una vez que una guerra comienza a desarraigar a la gente, lo desarraigará todo: su lengua, sus hogares, sus canciones, sus árboles y las lágrimas de sus pupilas. Los deja en las playas, frente a los barcos traficantes de esclavos, como simples cajas de envío.
Por ello, quiero esa feria del libro, con sus pocos patrocinadores, sus albercas de lágrimas, su jardín desierto y su silencio de hierro. Y quiero estar entre sus libros que se amontonan en sus estanterías y las rompen, cuando leo una mañana sin electricidad una frase como: “Una mañana, en el año 1650, seis barcos traficantes de esclavos se encuentran en la desembocadura del río del Congo en el océano, esperando su carga”.
Oh, lágrimas. La historia os extirpa del crimen como el otoño arranca las hojas del árbol. Ni la última hoja la deja para el árbol, ni la última lágrima la deja para su gente. No sé realmente, no sé, cual es el peor delito: desarraigar a la gente de su tierra o las lágrimas de sus pupilas y sus rostros.
No sé, no sé cómo alguien intenta detener el crimen devolviendo las lágrimas a sus dueños. La justicia no consiste en que dibujemos las lágrimas en las cajas de envío. La justicia consiste en que las cajas de envío hundan el barco, que rompan las estanterías de las bibliotecas.

AHORA VEN, POEMA

El último poema que leíste en tu teléfono móvil
-su luz ilumina tu rostro-
en el autobús que viene de Jerusalén
de pie, apoyada en la puerta,
con el bolso entre los pies
y el teléfono en la mano. El poema en el que piensas ahora
al cruzar la rotonda del faro
con las manos en los bolsillos
y la bufanda cubriéndote la mitad de la cara. El poema que
leíste a primera hora de la mañana, antes de despertarte del todo,
antes de que te atacara el mundo. El poema que leíste en tu cama durante la segunda Intifada(2), mientras los tanques rodeaban la zona y aún no sabías nada del mundo. El poema que leíste en un caluroso verano,
en una ciudad extraña donde no conocías a nadie. El poema que leíste mientras
lees otro libro. El poema que leíste a Barshak por la noche, después de que todos los prisioneros se durmieron. El poema que sabe algo que aún no sabes sobre ti misma.
El poema que no recuerdas exactamente pero recuerdas cómo caminaste por Nablus después de él, como si el mundo fuera un gran secreto. El poema que leíste durante la guerra
y no te consoló pero te distrajo durante unos momentos. El poema
que encontraste mientras estabas aburrida hojeando un libro en casa de tus amigos
porque no sabías qué decir. El poema que tu abuelo seguía repitiendo incluso después de perder la razón. El poema que leíste mil veces.
El poema que querías compartir con todos tus conocidos. El poema en el que piensas ahora
al cruzar la rotonda del faro
con las manos en los bolsillos
y la bufanda cubriéndote la mitad de la cara.
Los árboles te detienen
y no sabes adónde vas
como escarcha errante y sola
caminas y bebes la niebla.

AHORA VEN, LIBRO

El libro que tenías en la mano
ahora está sentado en la mesilla, cerca de tu cama.
En su corazón, también, están las líneas que trazaste debajo de las frases que te sacudieron, las que probablemente leíste más de una vez fascinado. Por las que pusiste el libro
a un lado inmediatamente después
y empezaste a caminar entre las habitaciones sin rumbo.
Has estado inmerso toda la semana
en este libro, lo has llevado contigo a todas partes
y lo has leído en tu cama mientras estabas solo
y tumbado en el sofá mientras el ruido de la familia
te llega desde otra habitación. Y cada vez que levantas la cabeza te encuentras con el mundo
ante tu ventana, contemplando el cielo. Preparado, finalmente, para hablar con las colinas.
Cada libro te da un lenguaje para comunicar algo en este mundo.
Antes no te habías dado cuenta de que existían: los poros del árbol, las narices de los zorros, la tristeza en los rostros. Mírate, qué bello pareces leyendo.
Mírate lo tranquilo que pareces mientras depositas todo un continente
que te ocupa. Dejas el libro a un lado, sobre la mesilla,
como si le devolvieras al mundo algo que le pertenece.
De pie, asombrado ante las colinas, como si
el libro también devolviera al mundo algo que le pertenece.

AHORA VEN, DOLOR DE MUÑECA

Mientras miles de personas morían a causa de la peste negra, en el siglo XIII había un poeta, Petrarca, que iba de sótano en sótano de monasterios buscando manuscritos antiguos que habían permanecido en silencio durante cientos de años, luego se pasaba semanas copiándolos. Cuando encontró un manuscrito de Cicerón, un poeta romano, lo copió durante semanas hasta que le dolió la muñeca. Esto será en lo que pensaré cuando cruce el puesto de control de los contenedores, mientras los colonos abren carreteras, construyen muros y esparcen excavadoras en nuestras colinas. Cómo ese pequeño dolor en la muñeca siguió pasando cual excavadora de siglo en siglo como el libro que lo salvó, solo porque se convirtió en frase. Por eso, esta imagen de alguien que copió un libro entero –para dárselo a quienes caminarían por este planeta en los próximos siglos- mientras la peste precedía a la gente hasta las aldeas donde se refugiaban, seguirá siendo mi idea del camino, y ese dolor en la muñeca será mi excavadora que esparciré por las colinas. Las colinas en las que se arremolina el polvo.

AHORA VEN, POESÍA

Vosotros abrís los libros de poesía ahora
completamente desolados,
viniendo de un largo día
de subir las escaleras en edificios antiguos,
de los tribunales donde hay algo que os impulsa a mirar las caras de la gente,
de repetir vuestros nombres de cuatro letras en las oficinas de inmigración y asilo,
de los camiones pesados que condujisteis toda la noche, olvidados y libres,
de los campos, de las granjas de ovejas,
de las aulas abarrotadas en escuelas pobres,
de los andamios de construcción,
de las oficinas de envío, de una historia de amor que terminó de repente,
del dolor que no queréis ver en los ojos de vuestros seres queridos,
de voces que no cesan de llamaros,
de un mundo que contiene todo lo que no soportáis.
Vosotros abrís los libros de poesía ahora, completamente desolados,
agotados y aplastados.
Dentro de vosotros
alguien quiere bailar
en un campo minado.

AHORA VEN, VIENTO EN LOS ÁRBOLES

El viento arrecia y los árboles del parque tiemblan, como esta mañana,
ahora sé que ya no tengo muchas opciones:
solo puedo cerrar los ojos
y escuchar, puedo abrir la ventana,
o todas las ventanas, y puedo dejar de pensar
en lo que me importa en el mundo. Puedo dejar que este poema me rodee,
que entre en la casa, en mis oídos y en mi corazón,
solo entonces podré conocer por los árboles un destino que dividió el suelo
y tomó su lugar bajo el sol
para convertirse en canción en este mundo.
Oh árboles que se reúnen ahora, en los parques y a lo largo de las calles
y los que descienden por las laderas de las colinas,
sus ramas van y vienen con el viento, mientras el mundo está fuera de la ventana
habiéndose acercado lo más posible al océano.
¿Qué hace ahora alguien que escucha este temible diálogo entre seres como yo?
¿Quién se da cuenta de que el hombre es la criatura más solitaria,
que fue creado para ser testigo de toda esta armonía
y vivir fuera de ella para siempre,
como un refugiado que observa todo lo que le pertenece desde el otro lado de la frontera,
sin poder evitar cantarlo con los ojos llenos de lágrimas?

(1) Aldea palestina situada a unos 32 kilómetros de la ciudad de Gaza, al noroeste. En 1949 las fuerzas sionistas evacuaron a sus residentes para establecer un kibutz. (N.T.)
(2) La segunda Intifada palestina, o Intifada de Al-Aqsa, estalló el 28 de septiembre de 2000 y cesó el 8 de febrero de 2005, tras el acuerdo de tregua celebrado en la cumbre de Sharm El-Sheikh. Se caracterizó por un gran número de enfrentamientos armados entre la resistencia palestina y el ejército israelí. La chispa del estallido fue la entrada de Ariel Sharon en el patio de la mezquita de Al-Aqsa, acompañado de sus guardias. (N.T.

Para más poemas, solicite la versión impresa de la Revista
Revista Banipal, num 15 otoño-invierno 2024

 

Dalia Taha es una dramaturga, poeta y narradora palestina. Nació en Berlín en 1986 pero creció en Ramalla, Palestina. Se graduó en Arquitectura en 2009 en la Universidad de Birzeit, Palestina, y tiene un Máster en dramaturgia por la Universidad de Brown. Fue miembro del consejo editorial de la revista “Yaraat”. En 2007 se publicó su novela “El adivino negro”. Su primera obra de teatro, “Kefiya made in China” fue producida por The Flemish Royal Theatre y la Fundación Qattan en 2012. Se estrenó en Bruselas y luego se llevó a Palestina, donde realizó una gira por siete ciudades en la Ribera Occidental. Además de eso, dos escenas de la obra se escenificaron en el teatro Mohammed V de Rabat, Marruecos. La obra se publicó en cuatro idiomas: árabe, inglés, francés y flamenco. En 2013, Dalia recibió la beca para jóvenes artistas para viajar a Kinshasa y a Hannover para asistir a los festivales de teatro en ambas ciudades. Otras de sus obras de teatro son: “Fuegos artificiales”, “No hay nadie entre tú y yo”, y “Hambre”. Además, ha publicado poemas que han sido traducidos al inglés, francés, alemán y sueco. Su poemario “Biografía de los habitantes de la ciudad de R”, al que pertenecen los poemas aquí traducidos, se publicó en Amman en 2021.

María Luisa Prieto es licenciada y doctora en Filología Árabe por la Universidad Autónoma de Madrid, con premio extraordinario de licenciatura y de doctorado. En la actualidad es profesora titular de Lengua y Literatura árabes en la Universidad Complutense de Madrid. Ha realizado numerosas investigaciones dentro del campo de la literatura árabe contemporánea y ha publicado más de treinta obras literarias traducidas del árabe, la mayoría de ellas del premio Nobel Naguib Mahfuz, y también de otros autores como Mahmud Darwish, Nizar Qabbani, Adonis, Jabra Ibrahim Jabra, Gassán Kanafani o Hanan al-Shaykh. También ha traducido poemas de Abd al-Wahhab al-Bayati, Badr Shakir al-Sayyab, Fadwa Tuqan, Muhammad al-Magut, Muin Basisu, Nazik al-Malaika, Samih al-Qasim, Wadih Saadeh, Abu l-Qasim al-Shabbi, Sargon Boulus, y de poetas clásicos, entre ellos al-Jansá, Abu Firás al-Hamdani, Ibn Zaydún, Ibn Hani, Ibn Hazm, Ibn Jafaya, Ibn Arabi e Ibn Zamrak. Es editora de la página de poesía árabe poesiaarabe.

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