CINCO POEMAS de Aisha al-Saifi

Traducción de Jaafar al-Aluni

 

Aisha al-Saifi

 

UN JUEVES

Mi rostro es un poema esta noche,
por eso prefiero no amarte.
La noche evoca en mis pulmones
el recuerdo de todos los que me ahogaron con la tristeza de un país lejano.
Prefiero no verte mañana
porque esta noche vendrán todas las mujeres que te lloraron,
y lamentarán sus penas infinitas.
Mi rostro tomará la forma de todas las mujeres que reventaron
por tus engaños;
vendrán ellas y se convertirán en mi aliento,
mi voz
y mis ojos.
Si la poesía me inspirase,
la tristeza se apagaría en mi boca,
escribiría sus angustias,
sus heridas,
sus largas noches de lágrimas
y el miedo,
esbozaría la imagen del anhelo en sus rostros,
la voz perdida de sus bellas canciones,
el parpadeo de sus ojos cuando me palmean la espalda
y cantan los imposibles sueños en presencia de la muerte.
Y cuando levantan las copas del llanto y me saludan:
“Escribe,
danos la mano y coge las nuestras,
recita las palabras que la vida ha colgado de nuestros labios,
escúchanos y canta para que te elijamos la mujer de cabello que ensangrienta nuestras manos”;
entonces escribiré el llanto, los suspiros, la decepción y el dolor
de todas las mujeres de Omán,
escribiré a todas las mujeres de Omán con mi poesía,
con mis lágrimas,
mi voz perdida y mi pecho estremecido;
la sangre de cada jueves,
la herida y el dolor de cada jueves
y el mismo rostro de poema de cada jueves.
Por todo esto,
por pasar la noche sola y triste
prefiero no amarte este jueves.

 

EN LA ESTACIÓN

Mientras espero el tren,
veo a mi abuela amasando el pan,
a mi abuelo regresando de la muerte,
a mi hijo, Ahmad, que murió hace tres años
y a mi madre mientras lo despide como mártir.
Veo su muñeca de madera,
el rostro de mi maestra, yo que me retorcía como un ratón
con el castigo de su bastón,
y el ritual de circuncisión de Souad,
que ha madurado sigilosamente sin que yo me entere.
Recuerdo con tristeza el día en que me hice mujer;
cuando mi hermana me enseñaba las tablas de multiplicar a golpes.
Mi corazón que sintió el dolor de un amor no correspondido;
mis ojos, al descubrir la belleza del primer kohl;
mis pies, al revelar las penurias de la vida;
“la cotilla” de barrio que invitaba a mi casa en busca de la tranquilidad;
las canciones, los secretos de tiempos de hambre
y el sueño que envejeció prematuramente.
Mi padre exigiéndome que dejara la poesía.
Mi miedo al ayer, el hoy y el mañana.
Mi patria que me dejó en el estante olvidado.
Mientras espero el tren, el tiempo arduo me traiciona y abandona
como hacen los poetas con un texto clásico frente a otro nuevo.
Una vez pasado el tren,
vuelve a mí como un niño
en forma de flauta, columpio
o un poema.
Mientras espero el tren,
enciendo con el recuerdo la lámpara de mi nostalgia
y me lamento por el remoto sol de mi país.

 

SIN SOMBRA

Vi una sombra torcida que avanzaba hacia mí,
pensé que sería mi futuro caminando apoyado en un bastón.
Me acerqué para tocarla,
pero huyó hacia una ventana pequeña en un callejón.
Le dije: “sombra mía, ven y refúgiate en mí,
seamos dos amigas que rastrean la melena de los días
en busca del poema feliz”.
Me dijo: “Nunca más caminaré detrás de ti”.
“Pero soy tuya”, le contesté.
“Yo no te elegí”, me espetó.
“Ni yo tampoco”, exclamé.
Y me fui en busca de un amigo para contarle
lo que realmente soy en la sombra,
y no para que se pareciera a mí.
Sin un verdadero amigo que oculte la desnudez de mi vida,
amigo mío,
ya no me queda más que la sombra,
la cubro,
detrás de ella me escondo
mientras carga con todo el peso de mi existencia.
Quiero una sombra cansada como yo,
solitaria y desordenada,
mezquina y caótica
indómita si la lluvia le roza
o le entona una canción.
Quiero una sombra que aprisione mi obsesión por renacer,
una sombra que, herida por la poesía, sepa penetrar el miedo,
una sombra que me entienda y no me traicione
si me quiebro o me apago como una rosa extraviada en el frío.
Quiero una sombra honrada que no cambie por obsesiones o sospechas,
una sombra cálida que le guste el té y la hierbabuena,
pero le angustie la maldita duda de ser y no ser.
Quiero una sombra despojada de la locura de este mundo,
una sombra errante y libre que ame el mar y la gente,
una sombra clamorosa que baile al compás de las olas.
Quiero una sombra que con sus labios entone la música de este mundo
como testimonio:
¡Muérete como los fugitivos o lárgate del vientre de tu madre!

 

INFILTRO MIS POEMAS CON LÁGRIMAS

Infiltro mi boca con las palabras que me cuestionan:
¿Quién soy?
¿Un mar en forma de mujer?
¿Una hoz de piedra que Dios consagró en la tierra?
¿Un almendro tropical que se dobla ante el viento?
No,
no soy más que un punto en la historia,
una huella entre cenizas.
Trazo el jardín con un arado,
mas el jardín duerme,
y los árboles no crecen para transformar mi sangre en una rosa.
Ya no hay estaciones para que la patria descanse bajo las ramas.
El jardín sigue en su sueño
para que el verdor de la vida avive mi corazón,
para que la oscuridad desaparezca del agua.
Ofrezco moradas a los pobres,
y sus sueños se avergüenzan.
¿Quién distrae ahora el camino?
¿Quién despierta al sol por las mañanas?
¿Quién acompaña las canciones del viento?
¿Quién confía sus pies a la tierra
 y le suplica a la luz que ilumine
la noche terrenal?
Despliego el cielo con la cuerda de mi cometa,
acelera,
la tierra asciende
y el mar.
Conforme acelera mi cometa
despliego hacia ella los trozos de mi sueño
hasta que caigan.
“Tu sueño es demasiado agotador
para soltar en el aire el caballo de mi sangre
y el polvo de mi corazón”.
Pisoteo el camino con mis tacones:
los transeúntes me murmuran,
las aceras me despojan,
los autobuses me sobresaltan,
sus pasajeros me silban,
los vendedores ambulantes me abuchean
y las ciudades tristes que nos amamantaron
lloran y entonan los cantos fúnebres.
Infiltro mis poemas con lágrimas,
me abrazan y escuchan en silencio.
Me llevan como profeta en las manos
me sacude de los hombros
el cansancio de la tierra:
“No estés triste,
tranquilízate como si fueras una niña,
duérmete como si el cielo fuese tu lecho
y sonríe”.
Así duermo con sosiego,
como si fuese un crío,
y solo el rocío de los poemas me despertara.

 

MARCHA

¡Oh, Señor!
Me duele el mar,
me duele la humanidad,
me duelen los ahogados,
la muerte que sopla en el aire,
me duelen el gato de la casa,
los fantasmas,
los muertos,
y el camino desolado.
¡Oh, Señor!
Me duele la tenue luz de la noche que hiere
en la soledad de los caminantes,
me duelen los pies que hieren el asfalto,
la tienda abierta a la nada
y los niños sin la patria digna de sus sueños.
¡Oh, Señor!
Me duele el universo,
sus habitantes piadosos,
las oraciones tímidas en el umbral de las casas,
me duelen las sonrisas sin motivo,
las mujeres hambrientas de un abrazo cálido,
las viudas que se lamentan desde las ventanas
los hombres que anhelan subir al último barco
y las canciones a punto de marchitarse.
Me duelen las mujeres de la noche
que desean una muerte rápida
cada vez que se lavan con el kohl de
sus lágrimas.
Me duelen aquellos que estorban en los confines,
las acequias que lloran por los campesinos
y las patrias que buscan cárceles para el cielo,
me duele un poeta que llora un poema inacabado
me duele todo verso marginal
y todos mis dichosos dolores.
Estoy abatida, ¡oh, Señor!,
te ruego que me inspires un poema.

 

 

Aisha al-Saifi, poeta y escritora omaní nacida en la ciudad de Nizwa en 1987. Licenciada en Ingeniería Civil por la Univerdad Sultan Qaboos, máster en Ingeniería y Desarrollo Internacional por la UCL (University College de Londres). Trabaja como ingeniera y directora de proyectos en el sector portuario. Es la primera poeta omaní en ganar el primer puesto en el Festival de Poesía de Omán desde sus inicios. Entre sus poemarios destacan: “El mar cambia sus camisetas” [al-Bahr yubadil kumsanh], (2021); “Sueños de la décima niña” [´Ahlam al-bint al-´ashira] (2015); “No amo a mi padre” [La `uhib `abi] (2017). Es coordinadora del taller de poesía en la Fundación Bait al-Zubair, que gestiona iniciativas poéticas en cooperación con otras instituciones de índole cultural. Sus poemas han sido traducidos al alemán, portugués, inglés y persa.

Jaafar Al Aluni (Damasco 1989), licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Damasco, máster en Traducción e Interpretación por la Universidad de Alcalá de Henares. Escritor y traductor. Entre sus traducciones al castellano destacan: Diván de poetisas árabes contemporáneas (2016); Principio del cuerpo, final del mar (2020). Entre sus traducciones al árabe destacan: La deshumanización del arte(2012); el tragaluz (2018); Las voces bajas (2020).

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