Por Joselyn Michelle Almeida
Haciendo un eco del élegos (gr. llanto) que caracteriza el género de la elegía, T.S. Eliot escribió, «A orillas del Leman me eché a llorar», ofreciendo en La tierra baldía [The Wasteland] (1922) una de las manifestaciones iniciales de elegía pública en la poesía modernista después de la Primera Guerra Mundial. La historia convirtió el llanto del poeta en una profecía de las hecatombes que, al poco tiempo, la Segunda Guerra Mundial desencadenaría sobre la humanidad. Se dijo «Nunca más» después de aquellos cataclismos, pero como declaró la Corte Internacional de Justicia el pasado julio de 2024, otro se vive a día de hoy en Gaza, Palestina.
En el número 15 de la Revista Banipal, nos complace presentar a los poetas y escritores palestinos Samer Abu Hawwash, cuyo poemario Desde el río hasta el mar publicamos íntegro, Dalia Taha y Rana Zeid en la conmovedora traducción de María Luisa Prieto, y la escritora Farah Halime Hope; un capítulo de la novela El pastelero: la trilogía de los fatimíes de Reem Bassiouney (Egipto), ganadora del del Premio Sheikh Zayed (2024) en la categoría de literatura; y la narrativa de Huda Hamed (Omán) y Ezzat El-Kamhawi (Egipto), junto a la poesía del poeta invitado Juan Pablo Roa (Colombia/España). Hawwash, Taha, Zeid y Halime Hope destacan en su obra la labor del poeta y el escritor de rememorar y crear una comunidad imaginada a través de la literatura, como escribe Benedict Anderson, «una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana» que responda a la demanda de justicia latente en el género literario de la elegía.
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Desde el río hasta el mar, el poemario del consagrado poeta palestino Samer Abu Hawwash invoca La tierra baldía de Eliot para abrir la constelación elegiaca de un poemario que habla de la agonía desgarradora de la pérdida personal y comunitaria bajo la violencia de los bombardeos y la hambruna intencionada contra toda una población ante la indiferencia de la comunidad mundial («Ya no importa que nadie nos quiera», p. 114). El poeta interpela al lector desde la primera estrofa: «Tú que vienes desde lejos / que estás en el umbral de esos finales / Tú cuyos pies pisan / esta tierra baldía» («Escombros», p. 98). Pero si Eliot sirve como punto de partida, pronto se pierde de vista. En su poética, Abu Hawwash invierte la intertextualidad y la abstracción simbólica eliotiana para lograr la somatización de la perdida a través del leguaje, reconstituir el cuerpo fragmentado y hacerlo presente frente a los lectores.
La vista y la mirada por tanto adquieren una importancia central en el modo elegiaco de Abu Hawwash. Para rememorar con sentimiento y consciencia hay que ver, e insiste en la mirada conjunta del poeta y el lector desde el primer poema, donde «hay una niña / con la mano extendida / entre las grietas / y su corazón / tiembla / bajo la tierra» que como el corazón delator de Poe, señala el crimen contra la niñez de Palestina («Escombros», p. 98). En «Las miradas de nuestros niños entre las ruinas», el poeta resalta nuevamente el sentido de la vista y la relación de la visión y el entendimiento: ¿realmente se comprende lo que está a la vista cuándo se filtra a través de frases hechas? Escribe el poeta:
Los que afirmaron / que vieron la luz / no vieron los ojos de nuestros niños/
mirando desde lejos / tristes, muertos, irónicos —los ojos de nuestros niños— / mirándonos a nosotros / a ellos a nosotros / y a ellos / desde detrás de los siglos.
(p. 101)
La yuxtaposición de la frase hecha «haber visto la luz» —que sirve como metonimia de la revelación— contra las miradas silentes de la multitud de los niños «tristes, muertos, irónicos» genera una de las críticas centrales del poemario: ¿qué comprensión puede existir si se tiene indiferencia hacia una nueva masacre de los inocentes en Gaza?
La insistencia de Abu Hawwash sobre las miradas del poeta y del lector en nuestra época de realidades digitalizadas recuerda la advertencia de la filósofa Susan Sontag en 2002 —antes de la aparición de las redes sociales— que las imágenes mediáticas del dolor de la guerra «sobre todo por la forma que lo registran las cámaras, resplandece, lo comparten muchas personas y desaparece de la vista». Los poemas en Desde el río hasta el mar se pronuncian contra la mirada casual y la desaparición de las víctimas en poemas como «Las miradas», «Hienas», «La masacre», «Pequeños cadáveres» o «Hasta que termine la guerra».
«El chico» subraya la relación entre el sentido de la vista y la mirada ética. Abu Hawwash escribe, «La escena también puede ser otra / porque los que miran no miran realmente (¿o quizás miran)» («El chico», p. 123). El poeta recurre a la metapoesía y a la prosa poética para problematizar la mirada hacia una imagen que muestra la matanza de un niño frente a sus padre y otros testigos: «Uno de ellos mira de reojo, como una figura marginal en una pintura realista de la época del Renacimiento, pero sus ojos están divididos … y si miras atentamente la imagen, lo verás gritando su nombre, pero después que todo termine». El apostrofe dirigido al lector en segunda persona «si miras atentamente» utiliza la sinestesia para evocar el «grito» del chico y transmitir el horror y el dolor de su padre.
La mirada de Abu Hawwash descubre al lector «la desolación del alma» en el poema «Sentado frente al televisor viendo el exterminio» (p. 101), donde la magnitud del desastre en Gaza presenciado por el poeta causa una especie de aporía. La anáfora «Quise decir» comunica dos impulsos contrarios: la necesidad de constatar y rememorar y la imposibilidad de hablar sobre el genocidio, «Quise decir el crimen, el crimen completo, las manos levantadas, los puños cerrados, todos los dioses vengadores en un solo puño, en un alarido, explotando sesos en las aceras, llevando la sangre derramada a las bocas de los seres hambrientos de abajo. Quise decir» (p. 102). La fuerza de las imágenes de Abu Hawwash corresponde a la intensidad de un lenguaje que se aproxima a decir lo indecible, que pone a duda «un cielo desgarrado sobre ninguna cabeza, un suelo desgarrado bajo ningún pie. Quise decir».
Si bien el poema termina, no así la necesidad urgente de recordar, nombrar, y hacer presente en los poemas en Desde el río hasta el mar, «Cada calle, cada casa, cada habitación, cada ventana… cada ‘felicidades por el recién nacido’, cada ‘que en paz descanses’» («Desde el río hasta el mar», p. 135). Mediante la repetición de «cada» al enumerar las pérdidas de los palestinos, y que a la vez son cosas comunes en la experiencia cotidiana de la mayoría de las personas alrededor del planeta, Abu Hawwash transforma la mirada del lector, no sólo hacia la agonía de la pérdida, sino también hacia la obligación humana de restituir «cada Yamma, cada Yaba, cada nombre, cada nombre, cada nombre, cada nombre, cada nombre, cada nombre, cada nombre, cada nombre, cada…».
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La experimentación formal es un rasgo compartido en la poética de Dalia Taha, cuyos poemas en «Ahora ven, silencio» se mueven entre la prosa poética y la versificación tradicional para expresar cómo la pérdida transforma la experiencia de la poeta hacia categorías como el silencio, la escritura, las lágrimas, el poema, el libro y la poesía. El vocativo a cada una, eg. «Ahora ven, silencio», «Ahora venid, lágrimas», «Ahora ven, poesía», «Ahora venid, canciones», destaca el papel creador de la poeta, quien al nombrar reconstruye su relación al mundo. La enumeración es un recurso frecuente de la técnica de Taha, como en el magnífico poema «Ahora ven, mundo» (p. 33), que celebra la resiliencia colectiva del pueblo palestino.
Mira todo aquí/ las rocas y las flores./ Dos versos diferentes de la misma sabiduría/ incluso si los rompes en mil pedazos/ permanecerán unidos./ Mira todo lo que te rodea/ tu imagen se extiende sobre un amplio espacio.
La intervención simbólica continúa en «Preludio del dolor» de Rana Zeid, donde la poeta recurre a la imaginación y al símbolo para trasmutar «el mar de carbón» y el dolor de la destrucción en belleza. Hablando a su amado, escribe: «Imagina que vimos algo diferente a lo que pasó por nuestro lado / imagina que estamos en Damasco / cortamos hojas secas de dalia / luego nos olvidamos y volvemos a las manzanas / que robamos ayer». La imaginación como refugio frente a la destrucción y el recuerdo de la guerra es también un recurso en el desgarrador cuento de Farah Halime Hope, que narra la separación forzosa de dos jóvenes palestinos recién casados durante la guerra civil de Beirut en los 80. La narrativa cinematográfica de Halime Hope nos transporta a los dos lugares, Londres y Beirut, donde los protagonistas intentan sobrevivir con el fin de reunirse y reconstituir su familia.
Reem Bassiouney y Huda Hamed abren espacios para la interioridad de sus personajes femeninos a través del realismo mágico, mientras que El-Kamhawi reflexiona sobre la relación entre la cocina y la escritura. La picaresca de Samuel Shimon retrata la dura vida del exilio en el Paris de los 80 y la lucha del artista por realizarse. La realización personal es también el tema en la novela La sombra del sol del autor kuwaití Talreb Alrefai, reseñada en la sección «Libros». La poética de Juan Pablo Roa, poeta colombiano asentado en España, celebra la textura doméstica de los días tanto en Colombia como en Barcelona: «entonces la casa era multitud / y eran pájaros encendidos / la luz del canto. / Ahora reconstruyo la casa / año sobre año / con la sola certeza de saberme canto” («Árbol del mundo, p. 145). La Revista Banipal también recuerda al eminente profesor y novelista libanés-palestino Elías Khoury, y un fotorreportaje del Moussem Cultural Internacional de Assilah acompaña la noticia del homenaje al escritor marroquí Mohamed Achaari.
La obra de Hawwash, Taha, Zaid, y Halime Hope en este número de Revista Banipal es un elemento vinculante que enlaza las experiencias de la «comunidad imaginada política» de los palestinos resistiendo contra una violencia inhumana en Gaza; de los palestinos en Cisjordania enfrentándose a los ataques de los colonos israelíes y al régimen de apartheid de Israel; y las experiencias de aquellos palestinos en la diáspora. Pero esta comunidad se constituye también de la sociedad cívica global interpelada por la palabra del o la poeta, como recoge Desde el río hasta el mar, título que enlaza las corrientes de este caudal de comunidades alrededor del mundo. «Ahora ven, terror», escribe Dalia Taha: «Sin ti nadie mirará a los ojos de nadie, las manos nunca se encontrarán». Son estas las manos que señalan el futuro todavía posible de la humanidad.
Joselyn Michelle Almeida, PhD. es la autora del poemario Condiciones para el vuelo (Libros del Mississippi, Madrid 2019) y de varios estudios y artículos de filología anglo-hispana. Cursó estudios clásicos y filología inglesa en Tufts University, y se doctoró en filosofía y letras de Boston College. Su experiencia profesional abarca el campo de la lengua y la literatura como docente e investigadora en la Universidad de Massachusetts Amherst y otras universidades estadounidenses, y como editora y traductora. Entre otras, ha sido becaria de la Fulbright y de la National Endowment for the Arts en EEUU.