El valor de lo humano: los cuentos de Mohammed Al-Sharekh

Por Joselyn Michelle Almeida

Mohammed Al-Sharekh

El crisol de creatividad y resonancias intertextuales en maestros del relato como Antón Chéjov, Horacio Quiroga y Clarice Lispector asimismo nutre la obra del escritor kuwaití Mohammed Al-Sharekh. Además de ser el visionario emprendedor que introdujo la revolución digital a Kuwait y Oriente Medio, Al-Sharekh cultivó la literatura y el amor por el arte con el cosmopolitismo y la erudición de sus experiencias internacionales sin alejarse de sus raíces. Es conocido mundialmente por «arabizar la tecnología» a través de SAKHR, la compañía que fundó becando a los informáticos que trabajaron en la misma, como narra en la selección biográfica incluida en este dossier. Su desarrollo de sistemas y caracteres árabes para los ordenadores representa una contribución transcendente para el estudio y la difusión digital del árabe. No es exageración afirmar que la obra de Al-Sharekh respecto a su lengua materna constituye un legado cultural y lingüístico que será recordado durante siglos. Un lector voraz, Al-Sharekh además hizo un donativo de 6,000 tomos de su biblioteca personal a la Biblioteca Nacional de Kuwait.

A pesar de una relación mediada a través de la tecnología con la lengua o tal vez por ello, como escritor Al-Sharekh destaca el valor de lo humano en sus relatos. «Contar cuentos es un placer» subraya en su autobiografía, evocando el vínculo sociocultural entre narrador y lector. Los temas de Al-Sharekh se centran en las relaciones afectivas más cercanas que forman el carácter propio y trazan los caminos de cada persona: las filiales, las conyugales y las relaciones de amistad. Este último es un tema que además de explorar en sus cuentos, se expone en la colección de arte posmoderno que lleva su nombre, el fruto de más de 50 años de amistad con artistas de todo el mundo árabe como Ahmed Morsi, Jamil Shafiq, Adel El Siwi, Ardash Kakafian  y Mona Saudi.

La técnica literaria de Al-Sharekh se mueve con facilidad entre el narrador en primera persona o el omnisciente según el relato, y un realismo poético que, sin llegar a ser realismo mágico, produce el efecto de la profunda alteración de la realidad a través de la anagnórisis o el descubrimiento del lector de la realidad de los protagonistas del cuento. Al igual que Raymond Carver o Hemingway, Al-Sharekh cultiva la poeticidad de los silencios de sus personajes. La lectura de los cuentos de Al-Sharekh por lo tanto se convierte en un acto creativo con el autor. La imaginación del lector se suma a la creación conjunta del significado humano de la experiencia, amplificando así el deleite de la narrativa. Recursos como la caracterización, la metáfora, la ironía y el diálogo le brindan un ritmo a la prosa de Al-Sharekh que se ajusta al desarrollo de la acción, una proporcionalidad que también se extiende a la ambientación geográfica de sus relatos.

Las relaciones entre padres e hijos ocupan un lugar primordial en la obra de Al-Sharekh, como demuestran «El parto» y «Mi hijo», relatos que sondean la experiencia de la paternidad. Khaled, el joven protagonista de «El parto», se encuentra en Estados Unidos con Salma, su bella esposa, después de que acepta un trabajo lejos de sus familias. «Dicen que dar a luz en Estados Unidos es mejor», Salma le dice a Khaled como justificación de una mudanza que le causa angustia a sus suegros. Esta observación aparentemente impersonal —«dicen que»— introduce irónicamente la nota de incertidumbre dentro de lo que a primera vista es un cuento acerca de un joven marido que se desvive cuidando a su mujer embarazada.

Mientras se prepara para ser padre, Khaled recuerda al suyo a medida que se acerca el día del parto. «El año pasado, por estas fechas, estábamos Salma y yo con mi padre en el hospital», confiesa. Al- Sharekh yuxtapone la esperanza y la felicidad de Khaled por el nacimiento de su hijo con la preocupación que siente por Salma, quien tiene un parto difícil, y por su padre, que está lejos. Aunque los médicos salvan la vida de su bebé, si dar a luz en Estados Unidos es mejor o no es una pregunta que recibe una respuesta desgarradora.

Si los padres representan el pasado, los hijos son el futuro. En «Mi hijo», Al-Sharekh presenta al matrimonio de Hasan ben Falah al-Furaiyi y Hassa Bint Jálid al-Samirani, quienes llevan una vida relativamente normal hasta la invasión iraquí de Kuwait en 1990, cuando el ejército de Iraq se lleva a todos los varones adolescentes de su pueblo, incluyendo a su único hijo sin dejar pistas. Hasan y Hassa —cuyo nombre el narrador omnisciente convierte en «Abu Hamad» o el padre de Hamad y «Umm Hamad» o la madre de Hamad» a lo largo del relato— intentan mantener una semblanza de la normalidad incluso con el comandante iraquí, pero la violencia de la guerra desbarata sus intentos de mantener la convivencia. Cuando desaparecen los muchachos, el matrimonio cruza el desierto en una angustiadora búsqueda nocturna; finalmente, le entregan a un joven que se llama igual que su hijo. Los padres se enfrentan a la trágica posibilidad de que su verdadero hijo ha muerto a la vez que acogen a un extraño en su lugar.

 Este dilema ético y existencial destaca el valor de lo humano para Al-Sharekh, como sus cuentos acerca de la amistad, que exponen lo que constituye un amigo y cuáles son los límites de la confraternidad. En «Secretos», la amistad de unos chicos adolescentes se forja al compartir la música extranjera después de que los mayores la prohíben; el cuento resalta no sólo el deseo de independencia de los seres humanos, sino el poder sublime del arte, en este caso, la música. Mucho más experimentales son «El depósito» y «Acompañando en el sentimiento», que recuerda a los maestros rusos y latinoamericanos en su ambientación, una casa construida en el medio de un cementerio.

Al-Sharekh es un maestro a la hora de plasmar la relación entre el ambiente que rodea a un personaje y la anticipación de la trama. “La noche anterior, según me contó Farid, Mustafa estuvo otro buen rato hablando de los paseos que daba con su mujer de noche en el cementerio, a la luz de la luna, cuando todo el mundo descansaba en sus casas y no se oía a los gatos y perros salvajes» observa el narrador. Cuando después de muchos años, él y Farid van a consolar a Mustafa después que enviuda, descubren que tras la máscara del dolor, Mustafa quiere que lo ayuden a falsificar un documento relativo a la herencia de la difunta. Cuando se niegan, surgen antiguos resentimientos que multiplican el suspenso de la atmósfera mediante el diálogo y revelan los límites de la amistad.

Mas en el universo de Al-Sharekh, la amistad es finalmente un regalo compenetrado con la belleza y el arte, como en el cuento «Yasem de Kufa» acerca de un joven ingeniero que inspeccionando una obra en un pueblo de las afueras, conoce a un gran maestro de la caligrafía árabe. Una inesperada amistad surge entre ellos a pesar de las diferencias entre sus situaciones vitales, simbolizada por la rosa razqui y su incomparable perfume. La profunda conexión de ambos a través del arte sobrevive la brutal invasión iraquí de Kuwait, a pesar de que el Yasem, el calígrafo, muere en el exilio. La belleza de su caligrafía y su amistad transforman la percepción del ingeniero y el lector sobre lo bello y lo bueno, el kalos kai agathos de la antigua Grecia.

Los cuentos de Al-Sharekh destacan el carácter de sus protagonistas en ambientes extraños, incluso inhóspitos, y la capacidad de transformación que la vida depara a cada uno. No son héroes infalibles, pero son protagonistas que eligen su camino. La obra de Al-Sharekh sugiere que la capacidad de hacer bien o mal a otro ser humano en este ejercicio de libertad, de albedrío, define el carácter propio y construye, a su vez, la sociedad que llamamos mundo. Sus cuentos nos advierten y despiertan la reflexión de que pesar de toda la tecnología e inteligencia artificial, a la hora de elegir ser más humanos todavía quedan muchos desiertos y caminos por cruzar. Quienes seamos al otro lado depende del corazón y la conciencia, no del GPS.

Joselyn Michelle Almeida, PhD. es la autora del poemario Condiciones para el vuelo (Libros del Mississippi, Madrid 2019) y de varios estudios y artículos de filología anglo-hispana. Cursó estudios clásicos y filología inglesa en Tufts University, y se doctoró en filosofía y letras de Boston College.  Su experiencia profesional abarca el campo de la lengua y la literatura como docente e investigadora en la Universidad de Massachusetts Amherst y otras universidades estadounidenses, y como editora y traductora. Entre otras, ha sido becaria de la Fulbright y de la National Endowment for the Arts en EEUU.

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