UN SALTO DEL BALCÓN, relato de Walaa Fahad Al-Harbi

 

Traducción de Hala Nesly

Walaa Fahad Al-Harbi

Toda la historia comenzó cuando vi los calcetines de mi esposo, que estaban colgados en el tendedero, esparcidos por las baldosas del patio interior del edificio. El viento los había arrancado de las pinzas y lanzado por todas partes. Tan pronto como se lo dije a mi esposo, echó un vistazo al patio y luego saltó del balcón.

No pude ver a mi esposo llegar al suelo después de saltar del balcón. Estaba lejos  cuando él saltó. Por un momento me pregunté si había llegado al suelo de manera segura; luego recordé que en su adolescencia había saltado muchas veces del primer piso. Luego me ocupé en recoger los juguetes esparcidos por toda la casa y sacudir el polvo que llenaba algunos rincones. Me puse a preparar la comida y se me olvidó pensar por completo en lo que le sucedió a mi esposo.

Los niños estaban inmersos en ver los dibujos animados. Pude escuchar el sonido desde la cocina. De esta forma, me acordé del bonsái que no había regado durante semanas, porque el pronóstico del tiempo que revisé temprano daba lluvia. Cogí el bonsái y salí al balcón. Noté una sensación extraña en la atmósfera. El paisaje era amarillo, desprovisto de vida. La plaza estaba desolada, como si nadie hubiese pasado por allí durante años, como si la hubiesen abandonado después de un otoño y nadie regresara a ella.

Los niños no me preguntaron por la comida. Pensé en mi marido mientras observaba el ambiente general. ¿Qué le habría pasado? El silencio había sido reemplazado por un simún que golpeó las puertas del balcón y las cerró por completo. Me atravesó una sensación de peligro, de algo que no auguraba nada bueno. Sentí que tenía que protegerme a mí y a mis hijos hasta que regresara mi marido, porque tal vez había una conspiración para atraparnos.

Corrí al salón, llevé a mis hijos en brazos y nos escondimos juntos en el armario. Quería protegerlos del mal, de este mundo hostil y mezquino; en caso de que me hubiese quitado el marido, no permitiría que nos hiciese daño a mí o a mis hijos.

Con la mirada inocente, mis hijos me preguntaron, y yo, confundida, no sabía qué decirles, pero los calmé y dije que estábamos jugando al escondite con papá que pronto llegaría a casa. Cuando se les agotó la paciencia y no aguataron quedarse más tiempo en ese armario que les robaba la libertad de mover las manos y patear con sus pequeños pies, nos pusimos a contar. Contamos, y no supe si llegaríamos a cien o mil, o si pasaríamos más tiempo en aquel armario sin que nadie apareciera, llegando de ese modo a una cifra más allá de mi conocimiento y capacidad de continuar.

Oí un movimiento afuera y mi respiración se aceleró. Sentí que un ataque de pánico me iba a invadir. Escuché a una mujer llamándome. Su voz me resultaba familiar. Ella abrió las puertas del armario. Su rostro me resultó familiar también. Tres policías la acompañaban. Supe que había caído en su trampa y que no había escapatoria de ellos. La cocina que daba al balcón estaba lejos.

¿Cómo puede una mujer sola deshacerse de tres policías?

La mujer me sacó suavemente del armario, murmurando cosas de las que yo no tenía conocimiento, parecía estar tratando de plantar otra verdad en mi mente, contándome tonterías como mi ausencia del trabajo durante semanas, no responder sus llamadas telefónicas y mi falta de asistencia a las citas clínicas. Me preguntó sobre mis  medicamentos y la regularidad con que los tomaba, diciendo que tenía que ducharme y limpiar la casa para que fuese apta para la vida humana. Y cuando le pregunté por mi esposo y le pedí que por favor no les hiciera daño a mis hijos, ella dijo en voz alta: “Señora, debe tomar sus medicamentos de inmediato, y quizás sea mejor que descanse un poco”.

Walaa Fahad Al-Harbi es una escritora saudí residente en Madrid. Nació en 1994 en La Meca y se crió en esa ciudad. Ha obtenido el grado en Psicología por la Universidad Europea de Madrid. Escribe asiduamente cuentos cortos en diversas plataformas literarias y ha publicado —dentro de la colección Cuentos de Arabia Saudí (Qisas min al-Saudiya) editada por el Comité para la Literatura y la Traducción saudí en 2002— el cuento Salto desde el balcón (Wazba min ‘ala al-shurfa) que ha ganado el premio Cuentos Radiofónicos (Qisas ‘ala al-Hawaa) que dirige la revista «Al-Arabi« en colaboración con la emisora Monte Carlo Doualiya. En la actualidad, Walaa prepara la publicación de una colección de cuentos infantiles.

Hala Nesly (1989, Damasco) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Damasco, tiene diploma en Formación Docente por la misma universidad. Es profesora de lengua árabe en el Instituto Andaluz de Estudios Empresarios y mediadora intercultural en Fundación Cepaim. Traductora de una colección de cuentos infantiles titulada La hoja y el bolígrafo (2016). Tiene muchos artículos traducidos del español al árabe y publicados en revistas árabes.

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